domingo, 15 de junio de 2014

FLORES

Supongo que a todo el mundo, más o menos, le gustan las flores.
A mí me gustan especialmente las flores silvestres, las florecillas amarillas de los esteros, las margaritas y sobre todo esos campos áridos de Castilla que en primavera son un manto verde lleno de amapolas. Las amapolas me entusiasman por su magnífico color rojo, porque sus pétalos tienen algo de seda y ala de insecto, porque bailan con el viento y porque no se pueden poner en un florero.
No sé muy bien de dónde vendrá la costumbre ni la simbología de regalar flores a las mujeres, tendrá que ver con la belleza de ambas, no creo que con su fragilidad porque las mujeres, en general, si eso es posible, son fuertes. ¿No hay una parte de la flor que se llama gineceo?  A los hombres antes les regalaban tabaqueras, luego plumas y aún peor ¡corbatas! En esto salen perdiendo.
Recuerdo especialmente un ramo de rosas rojas, aterciopeladas y con dulce fragancia que me envío desde Barcelona mi querido Guaje, genial loco allá dónde esté; eran trece y me emocionó ese homenaje a las Trece Rosas asesinadas por Franco.
En los recientes días pasados en el hospital una pareja de amigos me trajeron un ramo que luego llevé a casa. Cuando me entraba la impaciencia y cierta tristeza porque veía muy lenta mi recuperación, miraba las flores que aún no se habían marchitado y me tranquilizaba y consolaba. Duraron un mes y ahora quedan unas siemprevivas moradas que lo dicen todo con su nombre.
También hay flores en los entierros y funerales, casi la única cosa amable entre la tristeza. Supongo son un homenaje y ni veo ni quiero buscar la relación que puede haber con las mujeres. Los claveles fueron flores de paz y revolución en Portugal. La rosa de un logo de todos conocido voy a obviarla y también a las pobres "mujeres florero".
En la Historia del Arte, las flores como único objeto representado, como naturaleza muerta, creo que empiezan a pintarse en el Barroco y en el Rococó se hacen imprescindibles hasta el exceso. Núnca me han gustado. Algo más los campos de amapolas que pintó Monet o sus nenúfares aunque más por lo acuático y el gran tamaño.Y qué horribles suelen ser esos floreros que imitan los que se inician en la pintura, parecen piedras.
Mi gran descubrimiento fueron las flores de Georgia O'Keffe (1887-1986 USA) supongo que ya conocía alguna imagen pero recuerdo el primer cuadro que vi de ella en el Thyssen, un lirio blanco: me caí entre sus pétalos y me perdí, ¡cuánta emoción!. Sus flores son rotundas en su esencia, plenas de color, tenaces y al mismo tiempo delicadas, recorres sus hojas en una especie de baile que te sumerge en el abismo del cáliz. En los años veinte triunfó con sus grandes flores en primer plano y continuó en pleno éxito del Expresionismo abstracto americano. Mucha abstracción hay en ellas y en sus paisajes del desierto o nocturnos de New York. Lo sublime en la belleza tiene mucho de abstracto, como el jazz y la poesía... eso que no sabemos cómo explicar y que llega tan hondo.
Era lógico inspirarme en Georgia para mis flores del Cabaret Te iVaginas pero me permití la licencia de hacer anatómicamente obvio el clítoris y la vagina. También la O'Keeffe es apreciada por lesbianas y feministas. Recuerdo una frase que leí, más o menos literal, donde decía: "me da igual si les gustan o no. Quiero que la gente vea flores"




Soy un campo de amapolas rodeada de nada


El globo. Homenaje a Georgia. óleo sobre tabla, 2011.


Hermosos recuerdos de primaveras en Bolonia... una vez fui con Ronda, mi amiga chaparrita y peluda, juegos con los terneros en la playa, dibujos en chiringuitos, por la noche clavé una cartulina en la puerta del bungalow y pinté una parte de mi Bolonia.



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